Hace ya unos meses Héctor y yo nos pusimos en contacto con el
Erasmus iniciative, un
grupo de estudiantes voluntarios, que, desde la
universidad, organizan excursiones, fiestas, etc, para los
becarios erasmus. Queríamos proponerles la organización de
una fiesta española, porque ya antes, en un local (club de estudiantes)
llamado Gutzcow y perteneciente a la poderosa Studenten Werk (la
empresa que da alojamiento y comida a los estudiantes), se habían
organizado fiestas sobre Grecia, Polonia, Francia... donde se escuchaba
la música, se degustaba la comida y se aprendían las costumbres (y a
veces la historia) típicas de los paises organizadores. Estas fiestas
habían dejado el listón muy alto, y ahora era el turno de los españoles.
La semana pasada convoqué a los españoles de Dresde a
través de correo electrónico para ir pensando qué hacer de comida, para
preparar la decoración del
local… y ya de paso comenté el problema de la
financiación de la fiesta, que supuse que sería un tema
candente.
Pero me equivoqué, a dos días de la fiesta todo el mundo estaba
ilusionado y sugería cosas para la fiesta y, el
día en cuestión, puso sin ninguna queja los 3€ que
acordamos. Me senté en una mesa de la cafetería del
comedor y en menos de media hora tenía recaudados 100 €
para comprar comida, bebida, pinturas y “artículos
decorativos”. (Luego se
recaudó más dinero durante la fiesta…)
Juan se encargó de comprar las pinturas de dedo para pintar a
todo aquel que fuese a la fiesta una gran bandera española en la
cara (o una senyera… dependiendo del grado de implicación
política).
Se hicieron grupos para hacer tortillas, ensaladilla rusa (que aunque
tenga nombre ruso, es española), y pan tumaca. Otros fueron a
comprar bebida y fruta para hacer sangría y calimocho. Un tercer
grupo se encargó de hacer las banderolas rojas y amarillas a
partir de servilletas amarillas y un cubrecolchón rojo para
decorar el local.
Inspirados en la presentación ultranacionalista de los griegos, Héctor
y yo preparamos un
PowerPoint sobre España: nuestra
historia, nuestra comida, nuestra fiesta... Aunque era algo
cañí, y a mi gusto hicimos demasiado incapié en los toros, creo que nos
quedó bastante bien:
Al llegar al local aún estaba jugando el Barça, por lo que acababa el partido preparamos la sangría, colocamos las banderolas y
preparamos las tortillas (y nos comímos alguna), partiéndolas y
llenándolas de palillos.
Pi, pi, piiiiiiiiiii… El árbitro marcaba el final del
partido en San Siro y el comienzo de la fiesta en Gutzcow. El local del
club estaba hasta la bandera (nunca mejor dicho… uff… que
malo…). Habían venido estudiantes de todas las partes del
mundo, y los alemanes de siempre (a las fiestas Erasmus suelen venir
alemanes interesados en practicar el idioma que estudian) y
además estábamos casi todos los españoles. Todos
tenían su bandera española pintada en la cara gracias a
la desinteresada colaboración de nuestro equipo de
maquilladores/as. La música que habían preparado
Cristina, Juan y colaboradores (un CD/MP3 con más de 12 horas de
éxitos españoles de ayer y hoy) empezó a sonar.
Nada más comenzar proyectamos nuestra presentación. La
música que teníamos preparada (el pasodoble
“España cañí” y el allegro de
“Iberia” de Isaac Albéniz) e insertada en nuestro
PowerPoint no podía sonar por dificultades técnicas, pero
la música de Cristina, Juan & Co. la suplió sin
problemas, ya que a la vez que veíamos un resumen de la historia
de España sonaba el “Libre” de Nino Bravo
(versionado por el Chaval de la Peca). Lo mejor fue cuando fueron
pasando las fotos de las ciudades y monumentos de España, cuando
veías tu ciudad aplaudías, silbabas, gritabas a rabiar.
La presentación acababa dos videos: uno sobre la Saca de Soria y
otro con un encierro de San Fermín. Al acabar, una inmensa
ovación. Había sido un éxito. Todos los
extranjeros, es decir, los no españoles, se habían
enamorado de España. Todos querían una copia de la
presentación.
Mientras, la fiesta continuaba, y a la media hora de haber comenzado,
ya no quedaba ni una de las 16 tortillas tamaño familiar, nada
de las decenas de raciones obtenidas a partir de una olla entera de
ensaladilla rusa-española, nada de la quesada que hizo Sara,
nada de los 6 platos de pan tumaca que hizo el sector catalán y
por supuesto nada de los 25 litros de sangría ni de los 30
litros de vino (parcialmente diluidos en calimocho) que habíamos
preparado. Hubo un momento a lo largo de la fiesta en que me
acerqué a la cocina y me encontré a un grupo de alemanes
rebañando la fruta que quedaba en las enormes cacerolas de la
sangría.
La fiesta continuó hasta bien entrada la noche con la
música española a todo trapo y con las cervezas alemanas
y las botas de vino circulando sin parar. De hecho, se extendió
hasta que la policía, de buenas maneras, nos dijo que
estábamos haciendo demasiado ruido (estaríamos haciendo
como mucho 60 dB), y es que para los alemanes el silencio es sagrado.