Durante todo el viaje
por Europa,
me he estado guiando con un GPS que instalé en mi
móvil
(un nokia N70). Consiste en una antena receptora de las
señales
de los satélites GPS que se conecta por Bluetooth al
móvil, que
tiene una tarjeta extraíble con los mapas de toda Europa. Lo
utilicé para ir a casa de Héctor en Zaragoza,
para llegar
a una calle determinada de Sant Andreu de la Barca o para que me
llevase a Suiza. Por la mañana lo utilicé para
llevar a
Dani con el coche a su universidad antes de salir de Lausana.
La primera parte del viaje, se pudo llamar la ruta de los quesos,
porque pasé por La Gruyère y por Emmental. Me
sorprendió que al pasar por estas ciudades no hubiesen casas
con
carteles de "VENTA DE QUESOS", como cuando pasas por Castilla - La
Mancha.
Después crucé la frontera con Alemania sin
ningún incidente.
El viaje a
través de
Alemania se hizo eterno, tardé 10 horas en llegar a Leipzig
(a
160 km de Berlín), donde había quedado para
entregarle un libro
a
Luis
Gómez. Una vez más, el GPS me
llevó hasta la oficina de Luis y me sacó de la
ciudad.
Tras 12 horas de viaje, llegué a Berlín. El GPS
tuvo la
amabilidad de hacerme un tour turístico por
Berlín de
camino a casa de Iván, el otro estudiante de la Universidad
de
Salamanca que tiene la misma beca que yo y que me iba a alojar la
primera noche. Pasé por una calle llamada Spanische Alle (ni
idea de por qué se llama así) y por la columna de
la
victoria (cuyo ramo de laurel apunta descaradamente hacia
París), por el Reichstag y por Unten der Linden, iba yo
incauto en cada parada fotografiando monumentos
El GPS proseguía su ruta, llevándome por
Alexander Platz, y de repente...
el pantallazo de
nokia indicando que el móvil se apagaba. Me había
quedado sin batería...
Sin móvil, sin GPS, a las doce de la noche en una ciudad de
noventa kilómetros cuadrados, ¿cómo
iba yo a encontrar la calle a la que tenía que ir?. Lo
primero que intenté fue conectarme a internet con el
portátil buscando alguna red wifi sin proteger. El ordenador
estaba en el asiento del copiloto y yo iba aparcando donde
podía por la Alexander Platz y por toda la Karl-Max-Alle,
esperando que encontrarse algo, pero no hubo manera. Volví a
guardar el portátil y busqué un sitio que pudiese
tener un enchufe (¿abría una farola y hacia un
poco el McGuiver?). Entonces, al regresar a Alexander Platz, vi un
centro comercial que parecía abierto. Aparqué mal
el coche en la puerta y con el cargador y el móvil en mis
manos me dirigí a la entrada. Estaba cerrada.
Esperé un poco y cuando salió un trabajador, me
colé por la puerta de servicio y en una columna junto a una
atracción para niños pequeños,
encontré un enchufe. Tuve que desconectar el tiovivo para
poner el cargador. Llamé a Iván para
avisarle de mi situación y memoricé el camino
trazado por el GPS para llegar a su casa. Cuando vi a un "segurata"
bajar por las escaleras, salí corriendo, me monté
en el coche y aceleré.
La casa de Iván no estaba lejos de aquel lugar y no
tardé en encontrarla. Me tuve que colar, esta vez en el
patio de su casa, para buscar el buzón y poder llamar al
portero.
Iván me tenía preparada la cena, pero no me
apetecía mucho cenar, estaba rendido y necesitaba dormir,
porque al día siguiente, a las ocho de la mañana,
tenía que ir a recoger las llaves de mi
habitación y después enfrentarme a la complicada
burocracia alemana.
Publicado el 11 de octubre de 2007.