Puff… El tiempo pasa muy rápido… Parece que llegué ayer y ya llevo casi tres semanas. El alemán mejora, pero aún estoy a kilómetros de poder hacer una frase completa sin problemas. El curso del TUDIAS no me está gustando, en la publicidad que me enviaron a Ávila te hacían entender que después de su curso intensivo de un mes, aunque no supieses nada de alemán, ibas a poder defenderte con soltura en la universidad, pero de momento lo único que me ha enseñado este curso es el vocabulario básico para trabajar en una frutería… Por lo demás, ya me estoy acostumbrando a la citada monotonía alemana, a sus horarios, a sus comidas…
Pero me falta algo de vida social. Cuando llevas un tiempo
fuera, ves que está muy bien salir con gente de otros
países, pero que también necesitas
gente de tu tierra, gente que tenga algo en común contigo...
Maru, la chica que me ayudó al principio ya se fue, y Juan, mi amigo del que he
heredado la habitación y los muebles, está de
exámenes aunque, aún así, siempre me
está animando y sacando por ahí a conocer gente y cosas nuevas.
Los españoles que he conocido hasta el momento en el TUDIAS me han defraudado un
poco… Llegué una semana tarde y eso se ha notado mucho: los grupos de amigos ya han
formado. Hasta cierto punto lo puedo entender. Cuando llegas a un sitio
extraño, lo primero que haces es “hermanarte” con gente que
está en la misma situación que tú.
Cuando llega alguien nuevo, tiempo después, esa persona
está un escalón debajo
de ti, y ya no tienes la misma necesidad de hacer amistades. El
problema es que el grupo de españoles que se ha formado es muy cerrado,
cuesta mucho hacer que te tengan en cuenta. Creo que es un error: es tu año
Erasmus, tienes que aprovechar para conocer gente, no cerrarte a los 5 primeros con los que
coincidiste el primer día…
Hay algo que me fascina de ellos: se sienten muy seguros a
la hora de moverse por la ciudad, enfrentarse al papeleo del
ayuntamiento y los trámites de la universidad, conocen todos los garitos y
sitios interesantes de Dresde, como si llevasen viviendo aquí toda la vida (frente
a la infinita inseguridad con la que yo me muevo, probablemente causada por mi nulo
nivel en Alemán).
El otro día el TUDIAS organizó una barbacoa para todos los estudiantes junto al Blaues Wunder, un puente muy bonito que sobrevivió a los últimos días de la Segunda Guerra Mundial (su nombre significa la maravilla azul). Se hizo una hoguera enorme y nos invitaron a unas salchichas. La cerveza fluía a pesar de estar templada. Esta barbacoa me permitió conocer a más españoles. ¡Hay más grupos!. Hablando sobre la canción que Andrés Calamaro hizo a Maradona conocí a un grupo de la universidad de Zaragoza. También conocí a españoles que llevaban mucho tiempo viviendo en Dresde.
La fiesta dio mucho más de sí: estuve hablando un rato con uno de los guías del otro día, que me estuvo enseñando su furgoneta Volkswagen de los años 70. Esa furgoneta era el origen de la fiesta (de ella salían la música y las cervezas) y uno de mis sueños. Ojalá que cuando acabe este año, pudiese volverme a España en una furgoneta como esa recorriendo Europa poquito a poco… Un japonés estuvo una hora para tratar de decirme lo alto que es el precio de las patatas en Asia (no sé si tardó tanto en contármelo porque no le entendía o porque no se explicaba). Y también me permitió saber que Dresde es muy grande… Tardé 35 minutos en autobús, sin hacer un solo trasbordo, en volver desde el lugar de la fiesta hasta casa.
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