Día 181: Jazz en la Semperoper
Esta noche hemos ido a ver un concierto de jazz en la ópera Semper, una de las joyas arquitectónicas de Dresde. En la entrada
no ponía quien actuaba, pero no había riesgo alguno, daba igual que el grupo fuese bueno o malo, ya que íbamos a poder
ver la Semperoper por dentro. Y, la verdad, es que es más bonita que por fuera (si se puede). Esta llena de dorados,
de columnas de mármol y de alfombras rojas. En todos los rincones se homenajea a algún dramaturgo (como Calderón, Dorst,
Schiller…) o compositor (como Wagner, Mozart, Beethoven…). Y junto al escenario están representados grandes personajes
literarios como Don Juan o Fausto.
Las entradas que teníamos no eran muy buenas (las habíamos conseguido con una oferta para estudiantes que consiste en cuatro
entradas para diferentes espectáculos (ballet, ópera, conciertos…) por 15 €), estábamos sentados en la segunda fila
del segundo piso del anfiteatro, aunque bastante centrados.
El grupo que tocaba era Pino Minafra y la Sud Ensemble, un grupo de jazz experimental italiano, que ganó el año pasado los
premios “Italian group of the year” (grupo italiano del año) y “Best italian record of the year” (mejor grabación italiana
del año) por su disco “Terronia”. Tocaban con instrumentos raros como gongs, didgeridoos… y utilizaban para cantar
un megáfono. El concierto duró dos horas con veinte minutos de descanso en el medio. Estuvo tan bien, que cuando terminó,
y una parte del público se había ido, el resto seguía aplaudiendo, por lo que salieron los músicos de nuevo y se pusieron
a tocar algo totalmente improvisado. Luego bajamos y nos firmaron un autógrafo.
El concierto también me ha servido para confirmar algo que pensaba ya hace tiempo sobre los alemanes: Uno, les encanta todo
lo que viene del sur de Europa, da igual que sea una salsa boloñesa, una tapa española o un grupo de jazz italiano.
Están enamorados de la cultura mediterránea. Y dos, son un poco sosos. En el concierto no se movía nadie. Pino Minafra tocaba
con un ritmo genial y no lo seguían, ni con el dedo, ni con un pie... ¡Pero si lo difícil es quedarse quieto! (Tampoco
hay que generalizar, seguro hay alemanes que no les gusta el sur y seguro que había alguien, a quien yo no veía, que
movía el pie). El segundo punto se confirma con dos ejemplos más: el día que intentamos hacer una ola en el baloncesto
(y no llegó ni a la mitad de las gradas), o el día que fui a un concierto de tres grupos y observé que la gente sólo bailaba
con el grupo al que había ido a ver, con los otros dos estaba quieta.
He hecho algunas fotos dentro, a pesar de que estaba prohibido (me echaron dos veces la bronca, pero yo me hice el longuis).
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