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De fiesta con mis compañeros de piso, Pascal y Thomas
De fiesta con mis compañeros de piso, Pascal y Thomas

Día 355: Tres asuntos antes del fin

La última semana es sin duda la más estresante. Hay que cerrar todo lo que abrí, empaquetar todos los trastos que he acumulado a lo largo de un año y despedir a toda la gente que voy a dejar en Dresde. Es tanta…

Primero, la burocracia, me paso todas las mañanas de la semana con el papeleo, el 90% de tiempo haciendo cola: En la facultad, consiguiendo la firma de mi coordinador erasmus en mi contrato de estudios, el papelito que contiene todas las notas que he sacado en Alemania y con el que me van a convalidar las asignaturas españolas. En la oficina de O2, mi compañía de telefonía móvil, cagándome en sus muertos e intentando cerrar el contrato del móvil (sin éxito). En el banco, cancelando la cuenta que me obligaron a abrir. En el ayuntamiento, desempadronándome. En la oficina de estudiantes extranjeros, desmatriculándome. Allí, en la oficina de estudiantes, vi el trofeo que ganó el equipo de los estudiantes extranjeros en el campeonato de la universidad de fútbol. Me acerco a ver la foto, los conozco a todos, ya quedan muy pocos de ese equipo en Dresde. Recuerdo cómo me contaban los brasileños del equipo, entre cervezas, una noche en el bar que nos reuníamos los erasmus, lo que se enfadaron los alemanes al ver que el trofeo del campeonato más disputado de la universidad se lo llevaron un grupo de extranjeros.

Segundo, no entiendo cómo he podido acumular tantas cosas en un año. ¿Por qué no se llevaría mi padre cuando vino en junio, los guantes, las bufandas, las manoplas y el gorro de invierno? ¡Menos mal que ya se llevaron mis amigos la impresora! En una mochila meto todos los libros encajándolos todos como un tetris. El papel es muy denso y la mochila repleta la llevaré en el avión como equipaje de mano. En una caja meto las cosas que son pesadas y no son frágiles. Esta caja la mando por correo a España, porque en correos solo me cobran 2€ por kilo, mientras que en el avión me harán pagar 6€ por kilo. Y luego la maleta, escucho mientras la preparo cómo la selección de baloncesto gana la final del mundial de básquet. Mientras les dan las medallas, suena por la radio el himno de España, subo los altavoces al máximo y los saco por la ventana. El himno se escucha por toda la Bernhardstrasse.

Y tercero, las despedidas. No es fácil despedirse. Hay muchos amigos que seguramente no vuelva a ver (quién sabe, el destino es antojadizo y puede que cruce de nuevo nuestros caminos en el futuro). Pero no es fácil despedirse ni siquiera de las personas que sabes que vas a volver a ver, porque estás diciendo adiós a la persona en un contexto: "te volveré a ver, pero no será lo mismo, yo ya no seré un despreocupado estudiante erasmus y tú probablemente también hayas cambiado". A algunas personas las despides rápido, estrechándoles la mano, con un beso o con un abrazo. Con otras necesitas, al menos, una cena. Organizo mi última semana para poder quedar con todo el mundo: ceno por última vez con mi tandem (la chica con la que hacía el intercambio lingüístico), Eugenio me invita a unas fabes asturianas en su casa, disfruto de mi último dönerstag (como en alemán jueves se dice donnerstag, y tag es día, cada jueves durante todo el erasmus nos juntamos para comer un döner), una noche juego hasta las tantas al mus con los compañeros de piso (Anton me regala una botellita de vodka de Bielorrusia) y voy a innumerables cenas de despedida de gente que se va antes que yo.

Último dönerstag
Último dönerstag

Ahora que lo dejo todo más o menos clausurado, llega lo más difícil: coger la maleta, cerrar la puerta tras de ti y pasar página.

Publicado el 1 de septiembre de 2006
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